Arte poética: Antonio Cisneros

Antonio CisnerosEn esta entrega de Arte Poética, Mario Meléndez nos acerca a la poesía de Antonio Cisneros (Lima, 1942-2012), poeta, periodista, cronista, guionista, catedrático y traductor, referente básico de la poesía peruana y latinoamericana actual. Es uno de los poetas fundamentales del llamado coloquialismo de los años sesenta y setenta del siglo pasado.Autor fundamental de nuestra lengua

 

 

 

Paracas

 

Desde temprano
crece el agua entre la roja espada
de unas conchas

y gaviotas de quebradizos dedos
mastican el muymuy de la marea

hasta quedar hinchadas como botes
tendidos junto al sol.

Sólo trapos
y cráneos de los muertos, nos anuncian

que bajo estas arenas
sembraron en manada a nuestros padres.

 

 

 

 

Cuestión de tiempo

 

I

 

Mal negocio hiciste, Almagro.
Pues a ninguna piedra
de Atacama podías pedir pan,
ni oro a sus arenas.
Y el sol con sus abrelatas,
Destapó a tus soldados
Bajo el hambre
De una nube de buitres.

 

 

 

II

 

En 1964,
donde tus ojos barbudos
sólo vieron rojas tunas,
cosechan —otros buitres—
unos bosques
tan altos de metales,
que cien armadas de España
por cargarlos
hubiera naufragado bajo el sol.

 

 

 

 

Canción de obrajes, bajo el virrey de Toledo

 

De la barriga de mi madre
caí entre duras tunas,
y destas espinas, me tiraron
junto a un lecho de huesos.
Así moliendo metales,
engordaron mis piojos.
Así, moliendo y masticando
los metales,
cada noche recostaba
las costras de mi cuerpo
sobre arañas.
Así, cansado de pelear
mi comida con las ratas,
dejéme amontonar
entre los muertos.

 

 

 

 

A Cristo en el matadero

 

Cuando hablaste
del amor y repartías
las paz y los pescados,
se acercaban para amarte, Señor
amable y sabio.

Un buen día, aburridos
de milagros,
hartos de caminatas,
decidieron
cambiar tu cabellera
y tus sandalias
por unos cuantos reales.

Lleno de clavos
tu cuerpo, fue enterrado
junto al vientre
de las ratas.

Tus palabras
se hicieron estropajos,
tambores pellejudos
que anuncian
negocios y matanzas.

(de “Comentarios reales”, 1964)

 

 

 

 

Canto ceremonial contra un oso hormiguero

Para Javier Montori 

aún te veo en la Plaza San Martín
dos manos de abadesa
y la barriga
abundante
blanda
desparramada como un ramo de flores baratas
olfateas el aire
escarbas algo
entre tus galerías y cavernas oxidadas
caminas
aún te veo
caminas
más indefenso que una gorda desnuda entre los faunos
más gordo
más alado
y ya aprestas las doce legiones de tu lengua
granero de ortigas
manada de alacranes

bosque de ratas veloces
rojas
peludas
el gran mar de las babas

oh tu lengua
cómo ondea por toda la ciudad
torre de babel que se desploma
sobre el primer incauto
sobre el segundo
sobre el tercero
torre de babel

que en 1900 fuiste lavado por tu madre en el mar de
La Punta
despacio
muy despacio
sin descuidar las ingles
las orejas
el trasero
las plantas de los pies

que dormiste entre los muslos de tu abuela para no sentir frío
mientras los muchachos
los otros
hacían el amor con las muchachas
puedo ver tu gran lengua
ay sin madre
ay sin abuela
tu gran lengua después de la jornada
jadeante
horizontal
un poco blanda
tu gran lengua en la cama
con vírgenes y arcángeles
de lata
oh tu lengua en reposo
y aún se reproduce
despacio
muy despacio
y todavía engorda
oh comediante de los almuerzos de señoras
oh vieja bailarina
oh torre de babel en la gran cama
maltrecha ya
por los combates fieros de tu hermano
capitán ballestero de sodoma
príncipe de gomorra
flor de lesbos

y ahora
no más tu madre
no más tu abuela
no más tu arcángel de la guarda
y ahora

océano de las habas
vieja abadesa
escucha
escucha mi canto
escucha mi tambor
no dances más.

 

 

 

Crónica de Lima

 

Para Raúl Vargas “Para calmar la duda
que tormentosa crece
acuérdate, Hermelinda,
acuérdate de mí.”……..
(“HERMELINDA”, vals criollo)

 

 

Aquí están escritos mi nacimiento y matrimonio, y el día de la muerte
del abuelo Cisneros, del abuelo Campoy.
Aquí, escrito el nacimiento del mejor de mis hijos, varón y hermoso.
Todos los techos y monumentos recuerdan mis batallas contra el Rey de los Enanos y los perros
celebran con sus usos la memoria de mis remordimientos.

(Yo también
harto fui con los vinos innobles sin asomo de vergüenza o de pudor, maestro fui
en el Ceremonial de las Frituras.)
Oh ciudad
guardada por los cráneos y maneras de los reyes que fueron
los más torpes -y feos- de su tiempo.
qué se perdió o ganó entre estas aguas.
Trato de recordar los nombres de los Héroes, de los Grandes Traidores.
Acuérdate, Hermelinda, acuérdate de mí.

Las mañanas son un poco más frías,
pero nunca tendrás la certeza de una nueva estación
-hace casi tres siglos se talaron los bosques y los pastos
fueron muertos por fuego.
El mar está muy cerca,
Hermelinda,
pero nunca tendrás la certeza de sus aguas revueltas,
su presencia
habrás de conocerla en el óxido de todas las ventanas,
en los mástiles rotos,
en las ruedas inmóviles,
en el aire color rojo-ladrillo.
Y el mar está muy cerca.

 

El horizonte es blando y estirado.
Piensa en el mundo como una media esfera -media naranja, por ejemplo- sobre 4 elefantes,
sobre las 4 columnas de Vulcano.
Y lo demás es niebla.
Una corona blanca y peluda te protege del espacio exterior.
Has de ver
4 casas del siglo XIX
9 templos de los siglos XVI, XVII, XVIII.
Por dos soles 50, también, una caverna
donde los nobles obispos y señores -sus esposas, sus hijos-
dejaron el pellejo.
Los franciscanos -según
te dirá el guía-
inspirados en algún oratorio de Roma convirtieron
las robustas costillas en dalias, margaritas, no-me-olvides

acuérdate Hermelinda- y en arcos florentinos las tibias y los cráneos.
(Y el bosque de automóviles como un reptil sin sexo
y sin especie conocida
bajo el semáforo rojo.)
Hay, además un río.
Pregunta por el Río, te dirán que ese año se ha secado.
Alaba sus aguas venideras, guárdales fe.
Sobre las colinas de arena
los Bárbaros del Sur y del Oriente han construido
un campamento más grande que toda la ciudad, y tienen otros dioses.
(Concerta alguna alianza conveniente.)
Este aire -te dirán-
tiene la propiedad de tornar rojo y ruinoso cualquier objeto
al más breve contacto.
Así,
tus deseos, tus empresas
serán una aguja oxidada
antes de que terminen de asomar los pelos, la cabeza.
Y esa mutación -acuérdate, Hermelinda- no depende de ninguna voluntad.

El mar se revuelve en los canales del aire,
el mar se revuelve,
es el aire.
No lo podrás ver.

Mas yo estuve en los muelles de Barranco
escogiendo piedras chatas y redondas para tirar al agua.
Y tuve una muchacha de piernas muy delgadas. Y un oficio.
Y esta memoria -flexible como un puente de barcas- que me amarra
a las cosas que hice
y a las infinitas cosas que no hice,
a mi buena o mala leche, a mis olvidos.
Qué se ganó o perdió entre estas aguas.
Acuérdate, Hermelinda, acuérdate de mí.

 

 

 

El cementerio de Vilcashuaman

 

Sólo las cruces verdes,
las cruces azules,
las cruces amarillas:
flores de palo entre la tierra de los hombres
y el espacio que habitan los abuelos.
No edificios construidos con usuta
donde las cenizas se oxidan sin mezclarse.
Sólo las cruces verdes,
las cruces azules,
las cruces amarillas.
Moran aquí nuestros primeros padres:
bien dispuestos y holgados
y armoniosos entre los rojos campos
y las colinas interiores del planeta.
“La carne aguanta menos que el maíz
y menos que los granos el vestido:
más que el algodón la lana
pero menos que el hueso:
y más que las costillas quebradizas aguanta el viejo cráneo”.
Y llegado el momento
regresan a la tierra
igual como la arena se mezcla con la arena.
Abuelo Flores Azules de la Papa,
Abuelo Adobe,
Abuelo Barriga del Venado.
(Y en el techo del mundo de los muertos
como un río de gorgonas la sequia sucede a las inundaciones
y los hijos mueren de sed junto a las madres
ya muertas por el agua).
“Donde tu fuerza, abuelo, que los ojos del fuego no te alcanzan”.
Sólo los viejos nombres de acuerdo a edad y peso.
Sólo las cruces verdes,
las cruces azules,
las cruces amarillas.
No el arcángel del siglo XIX
la oferta y la demanda y las cenizas solas.
Abuelo Flores Azules de la Papa.
Abuelo Adobe,
Abuelo Barriga del Venado.
“Moja este blanco sol, Abuelo Lluvia”.
Mientras la tierra engorda.

 

 

 

 

Poema sobre Jonás y los desalienados

 

Si los hombres viven en la barriga de una ballena
sólo pueden sentir frío y hablar
de las manadas periódicas de peces y de murallas  oscuras como una boca abierta y de manadas
periódicas de peces y de murallas
oscuras como una boca abierta y sentir mucho frío.
Pero si los hombres no quieren hablar siempre de lo mismo
tratarán de construir un periscopio para saber
cómo se desordenan las islas y el mar
y las demás ballenas -si es que existe todo eso.
Y el aparato ha de fabricarse con las cosas
que tenemos a la mano y entonces se producen
las molestias, por ejemplo
si a nuestra casa le arrancamos una costilla
perderemos para siempre su amistad
y si el hígado o las barbas es capaz de matarnos.
Y estoy por creer que vivo en la barriga de alguna ballena
con mi mujer y Diego y todos mis abuelos.

 

 

 

 

Apéndice del poema sobre Jonás  y los desalienados

 

Para Ricardo Luna

Y hallándome en días tan difíciles decidí alimentar
a la ballena que entonces me albergaba:
Tuve jornadas que excedían en mucho a las 12 horas
y mis sueños fueron oficios rigurosos, mi fatiga
engordaba como el vientre de la ballena:
qué trabajo dar caza a los animales más robustos,
desplumarlos de todas sus escamas y una vez abiertos
arrancarles la hiel y el espinazo,
y mi casa engordaba.

(Fue la última vez que estuve duro: insulté a la ballena,
recogí mis escasas pertenencias para buscar
alguna habitación en otras aguas, y ya me aprestaba
a construir un periscopio
cuando en el techo vi hincharse como 2 soles sus pulmones
-iguales a los muertos
pero estirados sobre el horizonte-, sus omóplatos
remaban contra todos los vientos,
y yo solo,
con mi camisa azul marino en una gran pradera
donde podían abalearme desde cualquier ventana: yo el conejo,
y los perros veloces atrás, y ningún agujero.)

Y hallándome en días tan difíciles
me acomodé entre las zonas más blandas y apestosas de la ballena.

 

 

 

 

Entre los cangrejos muertos ha muchos días

 

Mi cama tiene 5 kilómetros de ancho -o de largo- y de largo
-o de ancho, depende si me tumbo con los pies hacia las colinas o hacia el mar- unos 14.
Iba a seguir “ahora estoy desnudo” y no es verdad,
llevo un traje de baño, de los viejos, con la hebilla oxidada.
Y cuando el lomo de la arena se enfría bajo el mío
ruedo hacia el costado
donde la arena es blanda y caliente todavía, y otra vez
sobre mi largo pellejo rueda el sol.

 

 

 

 

Soy el favorito de mis cuatro abuelos

 

Si estiro mi metro ochentaitantos en algún hormiguero
y dejo que los animalitos construyan una ciudad sobre mi barriga
puedo permanecer varias horas en ese estado y corretear
por el centro de los túneles y ser un buen animalito,
lo mismo ocurre si me entierro en la pepa de algún melocotón
habitado por rápidas lombrices. Pero he de sentarme a la mesa
y comer cuando el sol esté encima de todo: hablarán conmigo
mis 4 abuelos y sus 45 descendientes y mi mujer, y yo debo
olvidar que soy un buen animalito antes y después de las comidas
y siempre.

 

 

 

 

La araña cuelga demasiado lejos de la tierra

 

La araña cuelga demasiado lejos de la tierra,

tiene ocho patas peludas y rápidas como las mías

y tiene mal humor y puede ser grosera como yo

y tiene un sexo y una hembra -o macho, es difícil

saberlo en las arañas- y dos o tres amigos,

desde hace algunos años

almuerza todo lo que se enreda en su tela

y su apetito es casi como el mío, aunque yo pelo

los animales antes de morderlos y soy desordenado,

la araña cuelga demasiado lejos de la tierra

y ha de morir en su redonda casa de saliva,

y yo cuelgo demasiado lejos de la tierra

pero eso me preocupa: quisiera caminar alegremente

unos cuantos kilómetros sobre los gordos pastos

antes de que me entierren,

y ésa será mi habilidad.

 

(De “Canto ceremonial contra un oso hormiguero”, Premio  Casa de las Américas, 1968).

 

 

 

 

Tercer movimiento (affettuosso)

 

Para hacer el amor

debe evitarse un sol muy fuerte sobre los ojos de la muchacha,

tampoco es buena la sombra si el lomo del amante se achicharra

para hacer el amor.

Los pastos húmedos son mejores que los pastos amarillos

pero la arena gruesa es mejor todavía.

Ni junto a las colinas porque el suelo es rocoso ni cerca de las aguas.

Poco reino es la cama para este buen amor.

Limpios los cuerpos han de ser como una gran pradera:

que ningún valle o monte quede oculto y los amantes

podrán holgarse en todos sus caminos.

La oscuridad no guarda el buen amor.

El cielo debe ser azul y amable, limpio y redondo como un techo

y entonces

la muchacha no verá el dedo de Dios.

Los cuerpos discretos pero nunca en reposo,

los pulmones abiertos,

las frases cortas.

Es difícil hacer el amor pero se aprende.

 

(De “Agua que no has de beber”, 1971).

 

 

 

 

Arte Poética 1

 

aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa1.-
 
Un chancho hincha sus pulmones bajo un gran limonero
mete su trompa entre la Realidad
se come una bola de Caca
eructa
pluajj
un premio

aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa2.-
 
Un chancho hincha sus pulmones bajo un gran limonero
mete su trompa entre la Realidad
que es cambiante
se come una bola de Caca
dialécticamente es una Caca Nueva
eructa
otra instrumentación
pluajj
otro premio

aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa3.-

Un chancho etc.

 

 

 

 

 

Por la noche los gatos o mis ocho vecinos pensionados de guerra (cagnes-sur-mer)

 

Todos los gatos de la región son un ruido en el techo,
igual que el de los reos fondeados entre bolsas en un hueco del río
-ritos de amor, ritos de combate-
hasta que se descuelgan ya muertos o cansados para asediar mi casa,
se revuelven
como tribus de arañas en el fondo del agua, me reclaman
un lugar en el lecho y de comer según los usos del último tratado
-alianza concertada con el viejo que dio nombre a los gatos,
sembró las margaritas, los geranios
(donde orino cuando estoy apurado),
comió sobre esta mesa,
durmió sobre esta cama,
murió sobre esta cama
como un sapo.
Las moscas de mi mesa son las mismas que engordan en la mesa
de mis 8 vecinos pensionados de guerra,
son de vuelo pesado y paso torpe, mansas para la muerte, son el día.
Por la noche los gatos.
Allá vuelven.
Cierro la puerta con 2 vueltas de llave, toco madera.

 

 

 

 

 

En el 62 las aves marinas hambrientas llegaron hasta el centro de Lima

 

Toda la noche han viajado los pájaros desde la costa —he aquí
la migración de primavera:
las tribus y sus carros de combate sobre el pasto, los templos,
los techos de los autos.
Nadie los vio llegar a las murallas, nadie a las puertas
—ciudadanos de sueño más pesado que jóvenes esposos—
y ninguno asomó a la ventana, y aquellos que asomaron
sólo vieron un cielo azul-marino sin grieta o hendidura entre su lomo
—antes fue que el lechero o el borracho final— y sin embargo
el aire era una torre de picos y pellejos enredados,
como cuando dormí cerca del mar en la Semana Santa
y el aire entre mi lecho y esas aguas fue un viejo gallinazo de
las rocas holgándose en algún patillo muerto
—y las gaviotas-hembra mordisqueando a las gaviotas-macho y
un cormorán peludo rompiéndose en los muros de la casa.

Toda la noche viajaron desde el Sur.
Puedo ver a mi esposa con el rostro muy limpio y ordenado mientras sueña
con manadas de morsas picoteadas y abiertas en sus flancos por los pájaros.

 

 

 

 

Cuatro boleros Maroqueros

1.-

Con las últimas lluvias te largaste
y entonces yo creí
que para la casa más aburrida del suburbio
no habría primaveras ni otoños ni inviernos ni veranos.
Pero no.
Las estaciones se cumplieran
como estaban previstas en cualquier almanaque.
Y la dueña de la casa y el cartero
no me volvieron a preguntar
por ti.

2.-

Para olvidarme de ti y no mirarte
miro el viaje de las moscas por el aire
Gran Estilo
Gran Velocidad
Gran Altura.
3.-

Para olvidarte me agarro al primer tren y salgo al campo
Imposible. Y es que tu ausencia
tiene algo de Flora de Fauna de Pic Nic.
4.-

No me aumentaron el sueldo por tu ausencia
sin embargo, el frasco de Nescafé me dura el doble
el triple las hojas de afeitar.

(de “Como higuera en un campo de golf”, 1972)

 

 

Entonces en las aguas de Conchán

(Verano 1978)

 

Entonces en las aguas de Conchán ancló una gran ballena.
Era azul cuando el cielo azulaba y negra con la niebla.
Y era azul.
Hay quien la vio venida desde el Norte (donde dicen que hay muchas).
Hay quien la vio venida desde el Sur (donde hiela y habitan los leones).
Otros dicen que solita brotó como los hongos o las hojas de ruda.
Quienes esto repiten son las gentes de Villa El Salvador,
pobres entre los pobres.
Creciendo todos tras las blancas colinas y en la arena:
Gentes como arenales en arenal.
(Sólo saben el mar cuando está bravo y se huele en el viento).
El viento que revuelve el lomo azul de la ballena muerta.
Islote de aluminio bajo el sol.
La que vino del Norte y del Sur
y solita brotó de las corrientes.
La gran ballena muerta.
Las autoridades temen por las aguas:
la peste azul entre las playas de Conchán.
La gran ballena muerta.
(Las autoridades protegen la salud del veraneante).
Muy pronto la ballena ha de podrirse como un higo maduro en el verano.
La peste es, por decir,
40 reses pudriéndose en el mar
(ó 200 ovejas ó 1000 perros).
Las autoridades no saben cómo huir de tanta carne muerta.
Los veraneantes se guardan de la peste que empieza en las malaguas de la arena mojada.
En los arenales de Villa El Salvador las gentes no reposan.
Sabido es por los pobres de los pobres
que atrás de las colinas flota una isla de carne aún sin dueño.
Y llegado el crepúsculo
no del océano sino del arenal
se afilan los mejores cuchillos de cocina y el hacha del maestro carnicero.
Así fueron armados los pocos nadadores de Villa El Salvador.
Y a medianoche luchaban con los pozos donde espuman las olas.
La gran ballena flotaba hermosa aún entre los tumbos helados.
Hermosa todavía.
Sea su carne destinada a 10000 bocas.
Sea techo su piel de 100 moradas.
Sea su aceite luz para las noches
y todas las frituras del verano.

(de “Crónicas del niño Jesús de Chilca”, Premio Rubén Darío, 1981)

 

 

 

 

Naturaleza muerta en Innsbrucker Strasse

 

Ellos son (por excelencia) treintones y con fe en el futuro.
Mucha fe.
Al menos se deduce por sus compras
(a crédito y costosas).
Casaca de gamuza (natural),
Mercedes deportivo color de oro.
Para colmo (de mis males) se les ha dado además por ser eternos.
Corren todas las mañanas (bajo los tilos)
por la pista del parque y toman cosas sanas.
Es decir, legumbres crudas y sin sal,
arroz con cascarilla, agua minerales.
Cuando han consumido todo el oxigeno del barrio
(el suyo y el mío)
pasan por mi puerta (bellos y bronceados).
Me miran (si me ven)
como a un muerto
con el último cigarro entre los labios.

(de “Monólogo de la casta Susana y otros poemas”, 1986)

 

 

 

 

Un perro negro

Un perro. Un prado.

Un perro negro sobre un gran prado verde.

 

¿Es posible que en un país como éste aún exista un perro

negro sobre un gran prado verde?

 

Un perro negro ni grande ni pequeño ni peludo ni pelado

ni manso ni feroz.

 

Un perro negro común y corriente sobre un prado ordinario.

Un perro. Un prado.

 

En este país un perro negro sobre un gran prado verde

Es cosa de maravilla y de rencor.

 

 

 

 

 

 

 

Réquiem (3)

 

A las inmensas preguntas celestes

no tengo más respuesta

que comentarios simples y sin gracia

sobre las muchachas

que viven por mi casa

cerca del faro y el malecón Cisneros.

Y no pretendan ver

en la cháchara tonta esa humildad

de los antiguos griegos.

Ocurre apenas

que las inmensas preguntas celestes

sacan a flote

mi desencanto y mis aburrimientos.

Que a la larga

me tienen dando vueltas

como un zancudo al final de la tarde.

Haciendo tiempo,

mientras llega la hora de oficiar

mis pompas funerarias,

que no serán gran cosa

por supuesto.

En estos tiempos malos bastará

con una mula vieja

y un ánfora de palo

brillante y negra

como el lomo mojado de un delfín.

¡Ah las preguntas celestes!

Las inmensas.

 

(De Las inmensas preguntas celestes, 1992)

 

 

 

 

 

 

 

Datos vitales

Antonio Cisneros (Lima, Perú, 1942). Poeta, periodista, cronista, guionista, catedrático y traductor. Ha publicado los siguientes libros de poesía:  ‘Destierro’ (1961), ‘David’ (1962), ‘Comentarios reales’ (1964), ‘Canto ceremonial contra un oso hormiguero’ (1968), ‘Agua que no has de beber’ (1971), ‘Como higuera en un campo de golf’ (1972), ‘El libro de Dios y de los húngaros’ (1978), ‘Crónica del Niño Jesús de Chilca’ (1982), ‘Monólogo de la casta Susana y otros poemas’ (1986), ‘Drácula de Bram Stoker’ (1991), ‘Las inmensas preguntas celestes’ (1992), ‘Un crucero a las islas Galápagos’ (2005).  Ha publicado las siguientes recopilaciones y antologías de su obra:  ‘Por la noche los gatos’ (1989), ‘Poesía, una historia de locos’ (1990), ‘Propios como ajenos’ (1991), ‘Poesía reunida’ (1996), ‘Postales para Lima’ (1999), ‘Poesía’ (tres volúmenes, 2000), ‘Comentarios reales’ (2003), ‘Como un carbón prendido entre la niebla’ (2007),  ‘A cada quien su animal’  (2008), ‘El caballo sin libertador’ (2009).  Ha publicado los siguientes libros en prosa: ‘El arte de envolver pescado’ (1990), ‘El libro del buen salvaje’ (1997), ‘El diente del Parnaso’ (1999), ‘Ciudades en el tiempo’ (2001), ‘Cuentos idiotas’ (2002), ‘Los viajes del buen salvaje’ (2008).  Su obra poética está traducida a catorce idiomas. Entre otras distinciones ha recibido: el Premio Nacional de Poesía, el Premio Casa de las Américas, el Premio Cosapi de la Creatividad, el Premio Gabriela Mistral de la Organización de Estados Americanos, el Premio Iberoamericano José Donoso, el Premio Poetas del Mundo Latino Víctor Sandoval, la Orden de Caballero de las Artes y las Letras de la República Francesa. Ha enseñado en diversas universidades del Perú, Estados Unidos y Europa. Ha hecho periodismo en prensa, radio y televisión. Actualmente es director del Centro Cultural Inca Garcilaso del Ministerio de Relaciones Exteriores del Perú.

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