En esta ocasión presentamos algunos poemas de Adrián A. Astorgano (Ponferrada, 1990) que además es ilustrador y diseñador gráfico. Ha colaborado con publicaciones independientes ya sean literarias (Revista Pangea, Fake, Caligrama) o bien de carácter gráfico (Stripburger, Eme).
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Sucedáneo
En la infancia vivimos,
y después sobrevivimos
-Leopoldo María Panero
Nuestros padres fueron astronautas
(aquellos que han visto el polo y desiertos a la vez)
nuestras tardes tan largas como una salchicha
(fosa séptica y común, cuerpos en estrecho abrazo)
A fuego lento, todo descampado donde solíamos jugar
ha terminado por hervir, hacia calles más inseguras
(precisamente a falta de infancia)
ante el posible pronóstico de una plaga de pedófilos
nos dió por crecer, entre tanto, (sólo de palabra)
huérfanos, objetos sin catalogar sobre el pavimento
esculpiendo silueta para la trampa
hablando y hablando hasta vomitar en abundancia
del valor del silencio, infravalorado en cada mutación
(el correo postal, el ruido blanco de un electrodoméstico abandonado)
en nuestro galope, tan nocturno, desesperado y fugaz
(esta torpe manía por amanecer en espiral)
Ha sido quizá nuestro lustro más confuso,
(fin de la carrera espacial y ampliación del campo de batalla)
quién iba a decir que llegaríamos hasta aquí para vivirlo
(la realidad siempre supera a la ficción).
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Amigos imaginarios
No existen, lo sé.
Sé perfectamente que no existen.
Mis poemas
de amor
a la naturaleza
no están hechos de papel;
porque vuelco todo ese cariño
en una botella
hasta llenarla
y enviar el mensaje al mar.
Así que tiro de la cisterna
una vez de cada tres, entonces
doy al planeta (y a mi bolsillo)
un breve respiro de 2000 mililitros,
gracias a que quizá, el baño
está ocupado
por unos compañeros de piso, a los que
no acabo de poner cara
porque hacen voto de silencio
según una religión, que desconozco
y sólo reservan sus palabras
para hablar siempre de cosas
que no existen, pero
que nunca son poemas.
Nunca son poemas.
Poemas, (por ejemplo)
sobre ahorrar voz
o derrochar líquidos.
Nunca son algo más allá que siluetas.
A pesar del lúgubre pasillo vacío
no aparentan maldad, mas allá de esa
que veo en sus huellas sobre la porcelana.
Sé perfectamente que no existen, pero
están en mayoría y quizá
quien no exista sea yo,
o peor aún este amago de poema.
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Fosa común
Hipnotizado, miré como iban apareciendo luces en las casas.
No era la noche, era un complot.
– Agustín Fernández Mallo
Entre la arboleda
intento hacer de mi cuerpo
huésped anacoreta
en la distancia, protozoos
la ciudad ahí abajo sepultada
de bruma
al unísono, por cada saudade
continúan las escenas
de afectos especiales.
Una vez en la cima, nada más
que una antena de telefonía
para registrar el acontecimiento:
me pregunto si estos papeles
con líneas de texto
generarán más energía, que
aquella empleada en su génesis.
El homínido ya camina por sí solo,
recorre todo el cortafuegos
desde el bolsillo de mi pantalón
se aprieta la tarjeta de crédito
define su paisaje mental:
el placer es todo mío.
Un día de rebajas
al vapor de la orina
crece un microclima fugaz;
entonces desde mis botas
Bangladesh
huele el hielo de los charcos
escapar,
huelen musgo
cazadores, que
pese a los carteles de advertencia
siempre son furtivos
tras el valle
puede oírseles disparar.
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Selección natural
mediante asfixia
cualquier condón
acaba por convertirse
en fantasma
de segunda mano
acumulando sus cuerpos
sus nombres caducan
para superarse
el progreso crece y se inmola
alcanzando algo así, como
la nación del estar bien
un día perfecto como hoy
parece más que adecuado
arrancar las teclas CTRL y Z
de ese paisaje mental tuyo,
porque cualquier comida, todas
las fotos de gastronomía
que aparezcan en internet
han sido mierda antes y después
es una alerta en gerundio
cada grifo que gotea, viene a ser
un muñeco de nieve huérfano
o que incluso nace del todo muerto
intoxicado por tantos desguaces
que aún riegan los jardines de infancia
así que permanecen en sintonía
todavía a la caza de un ritual necesario
tras el intermitente proceso del baile
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Datos vitales
Adrián A. Astorgano (Ponferrada, 1990) es ilustrador y diseñador gráfico. Licenciado en Bellas Artes y con un Máster en Ilustración y Diseño por la U. Politécnica de Valencia. Ha colaborado con publicaciones independientes ya sean literarias (Revista Pangea, Fake, Caligrama) o bien de carácter gráfico (Stripburger, Eme). Ha escrito reseñas literarias para Notodo.com y actualmente Revista vísperas. Actualmente reside en Valencia, trazando un plan maestro para unir viñetas y versos.