Presentamos, dentro de la serie de poesía del sureste que realiza Alejandro Rejón Huchin, una muestra de poesía joven de Campeche, constituida por cinco autores que van de 1988 a 1995. La presente muestra constituye una recopilación de las voces más recientes que están surgiendo en el estado de Campeche, estos autores en búsquedas de una propia línea de trabajo poético, confluyen en la utilización de distintas formas estéticas en cuya transcripción está una notoria crítica de la realidad que no pasa desapercibida bajo la intuición de sus versos. Las notas que acompañan a cada poeta son del compilador.
JOSÉ KAN
(Campeche, 1988)
Estudiante de la licenciatura en psicología en la facultad de Humanidades de la Universidad Autónoma de Campeche. Fue partícipe del taller literario del poeta Enrique Pino Castilla. Igualmente participó en el grupo “Proyecto Escuela de Escritores Campechanos”, En 2015, becario Interfaz, en el programa de becas literarias Los Signos en Rotación, Festival Interfaz. ISSSTE, Cultura, en Mérida, Yucatán. Así mismo es beneficiario del PECDA 2016 con el poemario “Avenida central”.
Su propuesta logra dilucidar una crítica hacia lo efímero de lo cotidiano, desde una perspectiva en la que lo material se revela como “lo que está ahí”, a través de la utilización de imágenes pertenecientes al colectivo imaginario en cuya voz reside la distancia con “lo otro”.
TANTA FALTA DE TACTO
Tanta urgencia de hombre enredado en la memoria
nos hace vulnerables ante los golpes del olvido.
Porque tu mirada no es otra sino la muerte
y tus hijos son los hijos de madres muertas de llanto y partida.
La pregunta que da vueltas una y otra vez
y que hemos decidido dejar pasar como a una caries.
Un simple resfriado que no logra alterar el curso del universo,
ni los lugares asignados por aquellos padres en la mesa a la hora
de comer. Porque ese almuerzo no llegara nunca.
Y si llega será después, allá a lo lejos, cuando ya no importe.
Pues los hijos habrán crecido, los gritos habrán sido callados,
las calles oportunamente pavimentadas por la voz de un
vendedor de elotes.
Y esta cicatriz que traigo en los ojos,
será el maullido de un gato que alcanza a ver a los fantasmas
de una vida tranquila en este país.
BABA O’RILEY
It’s only teenage wasteland…
Yo presencie
el día en que tu madre
mostró cual era la finalidad de este oficio.
Debo de confesar que su cuerpo
era el asedio de una revuelta popular muy noble.
Fue a su habitación
y al pasar delante de la cocina improvisada,
discretamente
arrojó sus ropas sobre la mesa.
Como una forma de incitar una revolución
y demostrar que en un principio
todo parte del silencio,
puesto que, en un estado germinal,
todos hemos sido seducidos
por la apetencia de estar destinados a algo muy grande.
Por alguna razón
aquella visión me lanzó al caos.
Marchando bajo los designios de la altura
y sin la necesidad de ser perdonado.
En lo profundo de mí,
nunca había dejado de ser un animal de casa.
Lo cierto es, que una vez que terminó,
se alzó y se acercó a mi
dejando una grieta en el mundo.
Tuve la impresión de que nos hallábamos
hambrientos de luchas y gracia. Canto y rebeldía.
Entonces llegue a la conclusión,
de que todos sin duda alguna,
en algún momento de nuestra ofrenda
hemos de dejar el asunto de una rebelión
en el reino de la metáfora.
NATALIA GÓMEZ
(Campeche, 1991)
Originaria de San Francisco de Campeche, Campeche. Licenciada en Comunicación y Candidata a Máster en Ciencias de la Educación. Miembro del Proyecto de Escuela de Escritores Campechanos.
Su escritura es un viaje interno del “yo” que se revela en un horizonte existencial en el cual se focaliza al mundo como una alteridad; los versos trasminan el plano interno en el que comienzan, para referir esbozos de una intuición ontológica en la cual se desenvuelve el panorama en sepia de esta autora.
14
Desde este lado de la pared
Tu alma está
Intacta
Me recuesto
Boca abajo
Giro tu cuerpo
Respiro tu alma
Beso tu rostro
Muere la razón
Estalla la ciudad
Se abre
Siendo nosotros
Mi sangre está atrapada
En la estirpe de una urbe
Esta alma que aspiro
No es el alma
Es la razón
Es el hombre.
15
Hemos visto nuestro sepulcro
A la ventana más próxima
En esta ciudad que duerme tras un toque de queda
No hay más civiles rodeando nuestro portón
Bajo el oscuro mes de octubre
Es la alfombra blanca
Una bombilla que atrae diarios y revistas
que jamás volverán
Y no volverán tus risas
Ni tus dedos a tocar
Mi antebrazo
Cada que lloraba
No me despido nunca de ti
Porque es mi cuerpo
Un pasaje vívido
De lunas
Y soles
Encontrados
En unas pupilas tan oscuras
Como el agujero negro
De tus gemidos muriéndose
Entre tu época y la mía
Son esas horas a solas
El espacio que necesito
Para mantener intacta la estación
De tu piel entre mis piernas
Y que esos días
Y esas noches
Aparezcan
De nuevo
Al estar aquí
En la desgracia
De no hallar tu cuerpo
En el lado izquierdo
De la cama.
16
Escribir es la única manera de respirar
El único tiempo
En que uno puede ser
Dios e infierno
La única manera de no morir
En el mismo intento de muerte
Es el único modo de dormir
Y despertar
En esta vida exhausta de vacíos
A esta única hora
Un ser lejano al arte
Se pudre en la superficie
De su misma humanidad.
MÓNICA OLIVARES
(Campeche, 1991)
Licenciada en contaduría (Universidad Autónoma de Campeche). Miembro del taller de literatura “Proyecto Escuela de Escritores Campechanos”, alumna en el Curso online en La Red de Educación Artística en Línea (Secretaría de Cultura y las Artes de Yucatán). Acreedora de una mención honorifica en el Tercer Certamen Estatal de Poesía Joven 2014, con el poemario Diario de un Occiso. Beneficiaria del Programa de Estímulos a la Creación y el Desarrollo Artístico de Campeche 2016. Becaria del Festival Interfaz-ISSTE Los signos en rotación 2016. Sus colaboraciones han sido publicadas en diversas revistas como Otro Páramo (Colombia), Antología de poetas del Siglo XXI (España) y Rojo Siena (México).
Sus versos se desenvuelven entre la descripción existencial de los objetos y una narración en la que la poeta termina transformándose en una apertura de esa realidad a la que intenta aludir, ya sea como premonición de una teleología en la que se está contenido o de una distancia definitiva en la cual se distiende la memoria.
ABSOLUTA OSCURANA
No te culpo
nadie es lo suficiente valiente para aceptar su doble sed
me has querido de noche
Como se quieren las sombras
Las sombras
el impacto de la piel dentro de ti
tenue
Así descubriste las líneas de mi cuerpo
A oscuras
Sin ver como se abría el fuego
Sin sentirlo arder dentro de ti
Has ignorado el despliegue de las aves
ante tus ojos ciegos cuando me desnudaba con palabras
y la sonrisa gélida demarrándose en mis mejillas
Preferiste imaginarme noche tras noche
y bajo la costera de mi cierre
respirar
Bajar sin ayuda
Entregar tus miedos
Al otro día te hablan de mi
te dicen mentiras
Y sé que eso te importa,
eres doble luz
No aceptas ser oscuridad en el día
No te culpo
Yo solo soy contra luz
Sin importar el impacto solar.
Descomposición
Nadie abre las ulceras de la luz
a menos que se encuentre oscuro
a menos que palpite el sol
dentro de sus aberturas virginales
Existe un escondite para habitar traslucido
para saltar por las calles desnudo sin que nadie lo note
para hablar sin que nadie te escuche
y solo sea la oscuridad
reproduciéndose con tu cuerpo
Pero el espacio solar permanece
eructa flamas en nuestros hombros cansados
todos somos el día, pero buscamos la noche
para esconder nuestros labios en las ruinas
Nadie enciende un fosforo
esperando no quemar nada
y la lengua aguarda
la última palabra
en estos tiempos ya no preguntamos
Pero ahora solo se es oscuro
cuando señalan tu cuerpo
y abrimos las membranas
para parir el día
y la palabra
Nadie se abre así mismo
sobre el lecho de la tierra
nadie revive dos veces
de las hachas del tiempo
danzando sobre los cuerpos.
ALESS SEGOVIA HAAS
(Pomuch, Campeche, 1992)
Pasante de la Licenciatura en Literatura por la Universidad Autónoma de Campeche. Co-autor del libro de cuento Voces de la Ceiba y del compilado sobre la narrativa de Julio Cortázar Queremos tanto a Julio. Participante en la primera novela colectiva de la Península con la obra Ahí donde se quiebran las piedras, próxima a publicarse. Ha presentado ponencias en la Universidad Autónoma de Campeche, preparatorias y secundarias de la entidad así como en el Encuentro Literario Generacional en las ciudades de Ensenada y Tijuana, Baja California y la FILEY de la ciudad de Mérida, Yucatán. Ganador del concurso de poesía joven del estado de Campeche y del segundo concurso de cuento universitario Voces de la Ceiba.
Su trabajo es una auto-reflexión que confluye en el empleo de elementos contemporáneos para proyectar una realidad ambivalente en la que se deconstruye la simplicidad del acaecer del “ser en el mundo”.
La cárcel en medio de la casa
apunta a los prisioneros con un sol polvoso
condenados a mirar sonrisas solo por la TV
el padre que se queda horas extra
fabricando desvelos en los puertos
de un mar seco
Cuando llega
es tarde
y los peces se han comido las plantas de su pie
sus hijos
nos arrumbamos como basura en bolsas
a la esquina
para no mirar el incendio en la cocina
para no mirar cómo se quema el cuerpo de la madre
junto a dos tomates y un par de manos
que no se pueden comer
porque se hicieron ceniza
en la boca enmohecida
He visto por la calle
anuncios de muertes
en un simulacro de funerales
porque en realidad
aquí
solo han muerto las palomas
en cables de electricidad
solo han quedado un par de hijos
para cuidar ancianos
sembrados en los postes de luz
y nadie postea sus nombres en una entrada de Facebook
solo publican la venta de su hígado
de su corazón
de su alma
alguien que venga por ellos y se los lleve al infierno
o al paraíso
o donde diantres quieran
un lugar para que no los miren
un lugar con nubes y uvas recién cortadas
un sitio para que se queden quietos
viendo aves parir girasoles
que se puedan cocinar por las mañanas
He visto facturas de agua
que no sacian la sed
he visto como la estufa se llena de ratas
huéspedes abandonados en mansiones de lujo
corriendo tras las sirenas
guardando en las gargantas
tragedias para niños que nacen
en pequeñas celdas al aire libre
Voy cabalgando las aceras sobre un caballo muerto
con un sacacorchos apunto los corazones de los policías
Es verdad que quedarse quieto no implica ser invisible
al paso de las ambulancias
Al síntoma de la luz
cuando se apaga
y es niebla.
Podemos retomar el camino que nos lleve a la punta de la ciudad
al día en que el ave se encontró
en el fondo del mar e intentó volar
y no pudo
Soy como esa ave
detrás de los escaparates[1]
llenos de refrescos amargos/maniquíes hambrientos
todo tiene un precio
y ningún órgano mío es vendido
en un mercado a las 12 de la noche
ni mis córneas
que han visto
de cerca
huesos despabilándose
en un edificio de funcionarios públicos
No puedo ser un payaso/cantante de ópera
que suba a los camiones a repartir volantes
de Se Vende
porque soy propiedad privada de los intelectuales
un experimento antropológico
un homo videns ciego
que palpa con las muelas
los olores a cabello quemado
en el talco de las abuelitas
No tengo gatos conspirando arriba de la mesa
después de la cena
ni un perro que saque la lengua y me despierte
para darle de comer
solo un caballo muerto
sobre el que ando
a ciertas horas de la tarde
desgajando ramas
a la vida
CARLOS MAAS CANTO
(Campeche, 1995)
Cursa el sexto semestre de la licenciatura de literatura en la UAC. Fue becario del Festival cultural ISSSTE-INTERFAZ en la edición 2016 y ha publicado en distintas revistas electrónicas de literatura.
Los versos de este autor no se dejan llevar por la inmediatez que connotan, son una transfiguración de una mirada que acrecienta el transcurso del tiempo como inmanencia que describe la ipseidad de lo percibido.
VENTANA
Papá hizo de su nogal
una ventana que da hacia la calle
y en ella ve pasar
la sordidez
moviendo la cola,
los tirabuzones hímnicos de la pubertad
ondulando
majestuosamente
y a los hombres de mirada sínica
y sospechosa.
Papá mira desde su ventana
la criptografía del canto de los pájaros
de ciertas cosas que aún no entendemos.
BALUARTE
Don Juan insistía en descubrir lo indescifrable del bullicio.
Entre desbocadas y esbeltas figuras de humo conocí lo que sería su historia:
El poeta que vende sus libros artesanales entre los mercados, con una pala en la mano derecha y en la izquierda las hojas pajizas de sus poemas.
Poco certero sería decir que existe algo de bucólico en aquella narración, pues sí sus desgarbados poemas tenían yerbas silvestres y florituras agrestes,
don Juan gustaba de sentarse en resquicios poco usuales, como en oscuros templos y en terribles telares de sol
a mirar a cierta gente:
madres como azoteas y de veloces ropas, hombres de modestos gestos de ánfora y niños de fugitiva lágrima.
Así estaba dicho que fuera.
En este momento, don Juan, casi olvidado, debería de estar conspirando los versos de alguna muchacha con una lila de inmarcesibles pétalos en las manos.
[1] admiro mi derrota