Poesía boliviana: Gary Daher

Presentamos cinco poemas del escritor boliviano Gary Daher (1956), tomado de su nuevo libro Jardines de Tlaloc  (La Paz, Editorial 3600, 2017), recientemente presentado.  De este libro, el crítico Mauricio Peña ha afirmado que contiene “una celebración de la naturaleza, de las cosas que persisten y perduran, como son la tierra, el agua, el fuego, el aire, la piedra, las aves. De igual manera, de los dones que nos entrega la vida: la memoria, los sueños, la amistad, el arte, nuestros mayores, las cosas que recordamos y no queremos olvidar, (…) aunque también mencione lo terrible, lo oscuro, lo amenazante”.

 

 

 

 

 

Cartas del Líbano

 

Un hombre llegó del Líbano

en Beirut vestía uniforme.

 

Olvidado.

 

Junto a la selva amazónica

repara y vende relojes.

Piensa que en los engranajes

de oro y de rubí

descansa el misterio del tiempo.

No sabe que el diecinueve

pasará como una ventisca

tal lo harán los otros siglos.

Y en el fin

cuando arribe la noche sin manecillas

ningún tictac será necesario

apenas la montaña

y el mágico cedro

última luz de la memoria

perdida

 

la sangre nada consigna

de sus oraciones maronitas

ni de su pesadumbre

por una antigua callejuela de Kobayat

donde desparramara la infancia.

 

Raramente

en el silencio llega

una añoranza del árabe

y su grafía secreta.

Señera lengua

a merced de la cual

acaso bajo frondosos mangos

y al son de extrañas orquestas tropicales

habrá recibido

largas cartas del Líbano.

 

 

 

 

 

Diluvio

 

Y entonces

a los 19 días

vimos parar el diluvio.

 

Los hombres emergieron del barro

construyeron sus casas

sobre los vigorosos árboles

a los que luego dieron

el divino nombre de árbol de la vida.

 

Y así trabajan

-nosotros

los cuervos

escarmentados esperamos-

hasta que el sol estabilice la tierra.

 

 

 

 

 

Efímera ave

 

A Leopoldo Castilla

 

Visto a través de la malla

milimétrica

aterriza un pájaro en mi jardín

pequeño

diminuto como los gorriones

 

sin pretender decir que lo sea

inclusive que sea cualquier ave

el frágil animal

fragmentado en pixeles

por el estampado de la malla

 

y supongo que lo es

que es un pájaro

por los movimientos discontinuos

de sus breves saltos sobre la hierba

su leve figura busca suministro

con su pico niño

entre las minúsculas hojas del piso.

 

¿Qué tipo de viandas

puede encontrar en este jardín

hecho apenas de un papayo joven

y una palmera india?

 

El pasto

me digo

el pasto es donde se esconde el alimento.

 

A punto estoy de descifrar el misterio

y es como un hálito poético que lo precede

pero siempre hay

de repente

un algo que violenta

quizás la brisa que sopla más fuerte

o la sensibilidad de la misma ave

presintiendo en mi jardín un no jardín

más bien un erial

una tierra vacía

una ficción

una reducida mancha verde

en el patio de la casa.

 

Así de pronto

el pájaro aletea

levanta vuelo

y dibujado en pixeles como vino

se pierde

desaparece.

 

Entonces la casa vuelve a la realidad

a su dura estancia

pero las cosas comunes de todos los días

se sienten iluminadas

como si su presencia

efímera

las hubiese dotado de fugaces certezas

e interminables sentidos.

 

 

 

 

 

Cartas quemadas

 

Las has guardado tanto tiempo

que solo huelen a escándalo

una tras una nos hablan de otros días

de deseos inimaginables y lejanos

y de uvas

y de vinos escanciados hasta las heces

aquello que no se completó

de tan prohibido.

 

Quemadas en el patio

ya no significan nada

solamente el carbón de los años

y tu fruta alguna vez

supuesto nido de ternura

apenas una brizna de bandera de papel negro con el viento.

 

Las fotografías también

encargadas a la feracidad de la tierra

se multiplicarán en la memoria

como tu nombre lo hizo alguna vez

en cada aliento.

 

Nada eres nada soy

esto que fue nunca sucedió

y la memoria siempre traicionera

será hoy por hoy

nuestra única playa incierta.

 

 

 

La garra

 

En la oscuridad de mis adentros

en lo más profundo

más profundo que el tiempo

hay alguien que me habita

algo así como una garra

fugaz, que lo revela.

 

Sospecho que de sus ojos

nace una casta de luz que no me alcanza

una luz como ventana

como guardería de estrellas

como puerta iluminada

que sólo se advierte

cuando se echa de ver.

 

Dado que no sé si me mira

sigo en esta oscuridad

desorientado.

 

Aunque intuyo que el mandato

impone que lo busque

cierro los ojos y siento

que de alguna manera

en un lenguaje que no comprendo

él también me llama

 

pero los adentros siguen en tinieblas

y todavía soy incapaz de procurar el fuego

suficiente para encender la hoguera.

 

Cuando yo lo llamo

apenas responde el silencio.

 

 

 

 

Datos vitales

Gary Daher (Bolivia, 1956) Poeta, narrador y ensayista. De sus diecisiete títulos publicados, en poesía es autor de Poemas y silencios (1992), Los templos (1993), Desde el otro lado del oscuro espejo (1995), Cantos desde un campo de mieses (2001 y 2008), Tamil (2006), Oruga interior (2006), Territorios de guerra (2007), Viaje de Narciso (2009), Antología Personal y otros poemas (2010), La Senda de Samai (2013) y Jardines de Tlaloc (2017). Traduce al castellano poemas del portugués, inglés y latín. Ha participado de diferentes encuentros en Europa y América. Autor de tres novelas. Recibió varios premios literarios.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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